CRÓNICA DE LA JAVIERADA 2019

Día 9 de marzo sábado

Después de estar toda la semana mirando al cielo para ver el tiempo que nos iba a hacer al final amaneció soleado, todos contentos.

Nos reunimos a las 8 en el SEI, y esta vez no hubo que esperar demasiado, todo el mundo llegó puntual, jeje, vamos mejorando.

Enseguida Naiara distribuyó a los participantes entre los coches de los monitores. Ya tenía todo previsto ya que durante toda la semana había ido haciendo sus cálculos,  aunque claro como siempre a última hora hubo que reajustar, y cuando digo última hora debió ser hasta el mismo viernes a altas horas de la noche.

Primera sorpresa para los monitores; había más de 50 chicos y chicas con ganas de hacer la Javierada. Sorprendente e ilusionante.

En menos de media hora estábamos todos en Monreal en el lugar indicado para hacer la rueda de presentación. Después de la ronda, se informó de las normas y se marcaron pautas para la cohesión del grupo como que por delante guiarían y marcarían el ritmo Mustapha y Alfredo.

Con mucho ánimo y un poco de ansiedad ante lo que se nos echaba encima (para algunos eso de estar todo un día andando era una novedad), emprendimos la marcha rumbo al este siempre en dirección hacia el sol naciente.

Pronto se fueron estableciendo los ritmos, los roles y los lugares dentro del grupo, y cada uno encontró donde poder caminar y con quién hacerlo. En menos de 2 horas la cabeza del grupo estaba en el bosquecillo. Hora de reunificar, contar y recuperar fuerzas. Los almuerzos fueron de lo más variados siempre acompañados por el caldito que daban las personas voluntarias allí mismo en Sengariz.

Y quisimos inmortalizar el momento con la foto de Mustafá… que a su vez quedo inmortalizado en la foto del periodista de Diario de Navarra.

Tras el recuento y las nuevas indicaciones de calma y paciencia porque llegaba un tramo descendente de casi 4 kms, nos pusimos en marcha. Esta vez ya todo el mundo tenía claro en qué puesto del gran grupo se quería colocar.

Poco a poco fuimos llegando hasta Venta de Judas.  Aquí
pudimos disfrutar de las viandas que de forma voluntaria ofrecen a los caminantes. Un poco de descanso, la hierba de la rotonda invitaba a ello… pero amigo, cada vez costaba más levantarse. Pero pusimos rumbo a Liédena. Tramo que se hizo un poco más pesado.
Gracias a los dos coches de apoyo, de Iñaki y Julio, se contó con apoyo para quien necesitó descansar.

Al llegar a Liédena, algunos tuvieron que visitar puestos de la Cruz Roja. Nada importante; algún retorcijón, algún aplastamiento de las uñas en la bajada,… Nadie estaba tan grave como para no poder hincarle el diente al bocata. Y así lo hicimos todos con buen ánimo y mejor apetito. Sobre todo cuando llegó la sorpresa de Rubén ¡¡¡ tres tartas de manzana!!!

Ya solo quedaba el último tramo, pero los monitores sabíamos que era el complicado.
Volvimos a hacer recuento comprobando que todos estábamos allí, alguno pidió ir en el  coche de apoyo y poquito a poco reanudamos la marcha…

¿Poquito a poco? Algunos parecían galgos detrás de la liebre! Qué ímpetu, qué ganas, qué impaciencia… qué difícil hacerles entender que teníamos que llegar todo el grupo juntos. En el Camino de las Huertas nos volvimos reunir todo el grupo pero ahí ya fue imposible retener a la cabeza del pelotón. El resto conseguimos agruparnos justo en el puente de Yesa. A partir de ahí entramos todos despacito los últimos 3 km hasta la propia explanada del castillo.

Las caras de los chicos y chicas cuando llegamos al castillo decía muchas cosas: ya he llegado, creo que esto ya se ha terminado, qué cansado estoy, cuántas ganas tenía de llegar…y de repente al levantar la mirada… ¡anda, qué Castillo tan bonito!! En ese momento la gente empezó de nuevo a animarse y a pensar en lo que vendría después; ¡la noche!!! Había que organizar la pernocta, pero todos los chicos y chicas estaban en muy buena disposición atendiendo a las indicaciones de los monitores.

 

Descansamos en el Albergue de Javier, fue una noche especial. Para muchos y muchas, su primera velada fuera de casa. Costó coger el sueño, pero finalmente el cansancio pudo con todos.

La experiencia ha servido para coger energía, conectar con el grupo, hacer vínculo y tener una aventura que contar, recordar y disfrutar.

 

Crónica de Alfredo Goya

Voluntario Asociación SEI

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